«…Lo que quiero contaros es lo que yo mismo vi en esta marcha forzada, la más grande, la más horrible evacuación de una ciudad que hayan visto nuestros tiempos…” .
Norman Bethune
«El mundo entero fluía, en este momento, en un único sentido»
André Malraux
Entre los días 6, 7 y 8 de febrero de 1937, miles de refugiados que se habían ido concentrando en Málaga empujados por el avance de las tropas de Queipo de Llano, emprendieron una huida desesperada por la carretera costera de Málaga a Almería bajo las bombas de la aviación italo-germana, los obuses de los cruceros Baleares, Canarias y Almirante Cervera y los disparos de las tanquetas de los camisas negras italianos.
Se ejecutaba, así, el primer ataque de un ejército moderno contra la población civil indefensa, un hecho inédito que desgraciadamente se repetiría unos meses después sobre Guernica y unos años más tarde en toda Europa.
Las causas de esa huida desesperada y caótica por el embudo de la carretera costera hay que buscarlas en la estrategia de pánico utilizada por las tropas sublevadas. Las aterradoras amenazas de Queipo de Llano por la radio, los desmanes de las tropas marroquíes y la sensación de desprotección que se extendió entre la población tras el abandono de Málaga por los dirigentes políticos y militares, generaron una psicosis colectiva que empujó hacia la huida masiva.
Como consecuencia de todo ello, la carretera se convirtió en una enorme trampa donde se agolparon familias enteras que arrastraban los enseres que podían cargar y que fueron abandonando a medida que el hambre, las heridas y la fatiga lo fueron exigiendo. Se calcula que la suma total de refugiados alcanzaron los 300.000, de los que entre 5.000 y 15.000 personas murieron en la carretera, niños, ancianos y mujeres en su mayoría. Otros 8.000 fueron fusilados en los 6 meses posteriores en la ciudad de Málaga y otros miles en el conjunto de las poblaciones costeras a medida que el Ejército sublevado las fue ocupando.
Desde el punto de vista militar, el éxodo de los refugiados comenzó a producirse a mediados de enero de 1937, cuando las tropas al mando de Francisco Borbón y de la Torre, primo del rey Alfonso XIII, avanzaron desde Cádiz hacia Marbella. Al norte, unos 10.000 efectivos de la Missione Militare Italiana in Spagna , distribuidos en tres columnas, avanzaron hacia el sur protegidos por la aviación italo-alemana y apoyados por una potente cobertura de artillería motorizada . Al este, los regulares marroquíes y las tropas españolas sublevadas de Muñoz Jiménez parten desde Granada con la misión de tomar Motril y cortar la retirada. En la costa, los mencionados cruceros Canarias, Baleares y Almirante Cervera, junto a las lanchas torpederas italianas y la participación de algún submarino alemán bloquearon toda ayuda que pudiera llegar por mar. La población civil que huía no tenía por donde escapar.
Frente a ellos, el Ejército republicano, compuesto mayoritariamente de milicias de los partidos y sindicatos, con un mando errático y una enorme debilidad armamentística se derrumbó tras contener unos días el frente en los puertos de montaña. Ante esta situación, los responsables civiles y militares malagueños intentaron construir una segunda línea de defensa en las proximidades de la ciudad de Motril aprovechando la barrera natural del río Guadalfeo y la posibilidad de recibir refuerzos a través de su puerto. Nada de esto fue posible y la población que se había ido concentrando en la ciudad emprendió de nuevo la huida hacia Almería. Motril cayó en manos de los italianos el día 10 de febrero de 1937.
Unos días después comienzan a llegar los refuerzos solicitados: la 6ª Brigada Mixta al mando de Gallo y dos batallones de la XIII Brigada Internacional. El día 11, los restos de la Escuadrilla España de André Malraux bombardean de forma suicida la columna de los camisas negras cerca de Motril siendo abatidos entre Castell de Ferro y Dalias. El día 14, el Batallón Tchapaiev de la XIII Brigada Internacional avanza desde Albuñol por la costa ocupando en los días siguientes Castell de Ferro, Calahonda, Gualchos, Lújar y La Garnatilla, estabilizando el frente y protegiendo la retaguardia de los refugiados. Con ellos viene una unidad móvil experimental de transfusiones a cargo del Doctor Norman Bethune que recoge a niños y ancianos y documenta para la historia lo sucedido gracias a las fotografías de su ayudante, Hazen Sise.
Finalmente, Al menos 56.000 personas (censo oficial de refugiados) lograron llegar a la ciudad de Almería. Otros miles quedaron sin censar en poblaciones menores o siguieron caminando hacia Alicante, Valencia o Barcelona.
Pese a la magnitud del crimen, La Desbandá ha permanecido largamente callada, escondida tan solo en la memoria de quienes la padecieron. La República, avergonzada por la pérdida de Málaga, y la Dictadura franquista, consciente del crimen cometido, la silenciaron. Sin embargo, la presencia en nuestra tierra de periodistas y escritores extranjeros, difundieron fuera de nuestro país la verdadera dimensión de lo ocurrido.
Desde el año 2005, las asociaciones memorialistas realizan durante el mes de febrero diferentes actos para la difusión y el conocimiento de estos hechos, y desde 2017, se realiza de forma coordinada la marcha integral que recorre la costa de Málaga, Granada y Almería.
“Unas reflexiones finales ante una inquietante y legítima pregunta: ¿valió la pena este éxodo con su terrible costo humano? Y nuestra respuesta es categórica: sí,valió y valdrá siempre como testimonio de la dignidad y grandeza moral de los más de cien mil malagueños que arrostraron el hambre y el frío y la muerte por cielo, mar y tierra antes que vivir de rodillas. Y valió la pena también como un acta de acusación contra el terror y el crimen fascista que se multiplicaría poco después en Málaga con la represión implacable que sufrieron entre tantas gentes dignas, muchos que no quisieron o no pudieron salir”
Adolfo Sánchez Vázquez
